jueves, 15 de marzo de 2012

El príncipe de la soledad, de Adam J. Oderoll

En la entrada de anteayer hablaba de las novelas fantásticas que sólo sirven para entretener y de las que van mucho más allá. La de hoy pertenece a las segundas y nos da una buena dosis de valor, lealtad, amistad y sobre todo de respeto. El amor, o el anhelo de él, también se esconde entre sus líneas. Hay en la novela una total ausencia de héroes perfectos y omnipotentes y la historia está llena de misterios, cada que se nos revela qué esconde uno se nos plantea otro. Todo eso ha servido para que El príncipe de la soledad sea la mejor novela que he leído en lo que va de este año, y creo que en el pasado no leí otra que me enganchara tanto.
La historia ocurre en un lugar llamado el Círculo, donde habita una sociedad casi perfecta. Allí los aristócratas, fuertes, cultivados y arrogantes, gobiernan, y los siervos, por su parte, siendo más débiles aunque mucho más numerosos, no les queda más que obedecer. Pero todos están, o parecen estar, conformes. La justicia es impartida por los seis jueces y no discriminan a nadie al momento de aplicarla.
Repentinamente la paz empieza a desmoronarse: el agua que mantiene vivos a los aristócratas amenaza con desaparecer de un momento a otro, un joven proscrito que no está conforme con el castigo al que fue sometido su padre también amenaza con cobrar venganza y cuenta con el poder para hacerlo. Por si lo anterior  fuera poco, una antigua y poderosa familia aristocrática, que fue eliminada por su maldad siglos atrás, da señales de que cuando menos uno de sus descendientes anda por allí, provocando que todo y todos se estremezcan a su paso.
El problema de la falta de agua puede  solucionarse fácilmente: bebiendo la sangre de los inferiores, es decir, los humanos normales, pero las antiguas leyes prohíben molestar a esos seres indefensos porque al no saber de la existencia del Círculo jamás han ofendido a nadie de allí. La sociedad pronto va a dividirse entre los aristócratas que quieren vivir a costa de lo que sea y los que están dispuestos a morir antes que actuar de forma nada honorable, lastimando a los más débiles.
Pronto las leyes son violadas y tres jóvenes inferiores son llevados por la fuerza al Círculo. Se trata de Lile, su hermano Gaen y Baon, quien demuestra pronto no ser tan inferior como todos creen. Baon es un héroe atractivo porque no pretende serlo, sólo se defiende y no lo hace nada mal. No se altera en absoluto ni cuando están a punto de matarlo, pero sí lo hace cuando Lile, la chica de la que está enamorado, se acerca demasiado a él.
En el Círculo Baon y sus amigos conocen a Albram, un joven con rostro de ángel, extraño y muy temperamental, al que parece que todos odian y que demuestra sentir lo mismo por todos. Es uno de los seis jueces y no duda en usar su poder, al parecer, sólo para fastidiar constantemente a quienes menos le agradan. Al conocerse él y Baon salen literalmente chispas, pero pronto, cada uno por su lado, se verán envueltos en un conflicto que puede cambiarlo todo, y antes que eso costarles la vida.
Todavía, y en estos tiempos, en el género fantástico hay novelas que nos pueden sorprender. Y ésta es una de ellas, extraordinaria por donde se le mire. En este blog se puede descargar gratis

Calificación: buena, regular, mala, infumable. 

miércoles, 14 de marzo de 2012

El hobbit, de J.R.R. Tolkien

Es probable que muchos me entiendan si digo que no es sencillo reseñar un clásico, pero ¿qué blog de literatura fantástica sería éste sin una reseña del libro que marcó el antes y el después del género? Así que… allá vamos.
Cuenta la historia que Tolkien, después de leer El maravilloso país de los snergs, obra del también británico Edward Wyke-Smith, decidió escribir un libro valiéndose de personajes que apenas superaran el metro de altura, como los propios snergs. Poco después, no se sabe cuándo, escribió la frase “En un agujero en el suelo vivía un hobbit”, que vendría a ser la primera del libro.
Con el tiempo fue desarrollando la obra con la única intención de que sirviera de entretenimiento a sus hijos. Tolkien era un respetado profesor universitario que ya llevaba años escribiendo El Silmarillion, es por ello probable que no le prestara mucha atención a El hobbit, un libro que estaba pensado para niños. Pero la obra creció y creció, y su autor era muy propenso a prestar lo que escribía a sus conocidos con la finalidad de cosechar opiniones. Así fue como el libro, aún incompleto, fue a parar a las manos de un editor.
En 1937, El hobbit, después de nueve años de proceso, salió a la venta y gustó a chicos y a grandes. Más, incluso, a los últimos que a los primeros, y eso es comprensible, porque su lectura puede resultar un poco pesada en la infancia.
Pero vamos, por fin, a la novela. En un agujero en el suelo, como ya se dijo, vivía Bilbo Bolsón, un pequeño hombrecillo que gustaba de vivir cómodamente, comiendo a las horas que le indicaban la costumbre y el estomago, hasta que un día fue a visitarlo el mago Gandalf, y prácticamente lo amenazó con llevarlo a una gran aventura.
Días después, Gandalf volvió, acompañado de trece enanos, para cumplir la amenaza. La utilidad que podía tener Bilbo era que, siendo aún más pequeño que los enanos, no le sería difícil escabullirse y saquear. De allí que los enanos empezaran a llamarlo saqueador, mote que a él nunca le gustó. Y lo que Bilbo habría de saquear era nada menos que un tesoro del escondite de un dragón, que era también el reino de donde había sido expulsado Thorin, el líder de los enanos.
Bilbo no entendió bien cómo lo convencieron ni cuál seria exactamente su función, pero terminó enrolándose con la cuadrilla de aventureros que partían hacia una misión de la que era difícil, o casi imposible, salir bien librados. Antes de llegar hasta Smaug, el dragón, habrían de vérselas con trolls, trasgos, lobos y arañas gigantes, y Bilbo llevaría siempre la mayor carga. Difícil empresa para un hombrecillo que apenas superaba el metro de altura y que jamás había abandonado su hogar.
La brillantez de El hobbit, a mi entender, no radica propiamente en la gran historia, ni siquiera en la madurez que alcanza Bilbo mientras sobrevive, sino en que Tolkien fue tal vez el primer autor que comprendió que los problemas que surgen de la fantasía se resuelven también con la fantasía, de otra forma sería imposible o, peor aún, absurdo. Y El hobbit, como habrán comprobado sus lectores, es una gran muestra de ello.

martes, 13 de marzo de 2012

Almuric, de Robert E. Howard

De Robert E. Howard tal vez ya se ha dicho todo, o casi. Es mundialmente famoso por haber creado a Conan, el Bárbaro, y por ello es considerado uno de los grandes de la literatura fantástica, comparado incluso con el mismísimo Tolkien, lo cual no deja de ser una exageración. Pero lo que no puede cuestionarse es que hizo una enorme contribución al género fantástico, con obras buenas y otras no tanto, aunque todas logran entretener, que ya tiene eso su mérito.
Siempre he creído que las novelas del género fantástico bien pueden ser divididas en dos grupos: las que tienen un mensaje para el lector, especialmente para los jóvenes, que en algo pueden ayudarlos en su formación moral, y las que simplemente entretienen.  Evidentemente las primeras son siempre las mejor valoradas. Y como ejemplo podemos citar  Las Crónicas de Narnia y El Señor de los Anillos. En estas obras la amistad, el amor fraterno y la lealtad son cruciales para librar los obstáculos, y sin duda bastante bien hace a los jóvenes leer obras así, donde el bien, después de mucho esfuerzo y pérdidas lamentables, triunfa sobre el mal.
A las otras, aquéllas que tienen por única función entretener, y que surgen y desaparecen sin pena ni gloria (algunas), no me atrevo a menospreciarlas. Para pasar el rato y leer mientras viajamos sin poder concentrarnos mucho en lo que hacemos seguro que sirven. En este grupo podemos encasillar a Almuric, una novela que con facilidad el lector olvida al poco tiempo pero que en su momento tal vez le guste, aunque sea un poco, si no es muy exigente.
El protagonista de esta historia es Esaú Cairn, un  joven norteamericano algo violento y dotado de una fuerza casi sobrenatural, que un mal día resuelve un problema matando a su adversario. Con futuro tan incierto va a meterse al laboratorio de un científico que le ofrece una forma de evadir a la justicia enviándolo a otro planeta llamado Almuric.
Hasta aquí tal vez los lectores piensan que hoy me equivoqué de género y  que estoy reseñando una obra de ciencia ficción, pero no, en realidad el autor ni siquiera describe el medio o la maquina que sirve para transportar a su protagonista a Almuric. Y éste resulta ser un planeta poblado por hombres primitivos que todavía con espada, y muy frecuentemente, resuelven sus problemas. 
Son varias las tribus formadas por hombres bárbaros las que habitan Almuric, y cada una está en guerra con todas las demás. Cairn, después de vivir un tiempo en completa soledad, se integra a una tribu donde es reconocido, al vencer en una pelea en la que casi muere (su examen de admisión), como uno de los mejores guerreros.
Pero también hay otro enemigo de todas las tribus, y es al que más le temen. En un lugar remoto del planeta al que nadie se atreve a ir, habitan seres alados que sólo en eso se parecen a los ángeles. Son infinitamente crueles y a menudo hacen incursiones en las ciudades de las tribus para matar a los hombres y llevarse a las mujeres. Su capacidad de atacar por el aire los hace un enemigo difícil de vencer, tanto que los bárbaros prefieren matarse entre ellos que enfrentarse a los yagas (nombre de los monstruos alados), pero con la llegada de Cairn se desata una guerra que exigirá la desaparición de una de las dos especies.
A pesar de que se trata de una historia con héroe musculoso que parte y vuelve a partir con su enorme espada a monstruos alados y que no ofrece casi nada más que eso, me atrevo a recomendarla, porque hay novelas peores..., mucho peores. 

Calificación: buena, regular, mala, infumable. 

lunes, 12 de marzo de 2012

El último unicornio, de Peter S. Beagle

Si alguna vez me han preguntado cuál es mi película animada favorita o cuál fue la película que más disfruté en mi niñez, sin duda he respondido que El último unicornio. Lo que ya no sé decir es si cuando la vi por primera vez me gustó más la belleza de las imágenes o la historia de la unicornio que fue en busca de su pueblo y se encontró a sí misma. Pero creo que las imágenes, porque son lo que más nos gusta cuando somos niños y la curiosidad es nuestro principal motor.
Ya en la adolescencia me enteré de que detrás de esa maravillosa película había un libro escrito por Peter S. Beagle, publicado en 1968 y convertido, en poco tiempo, en un clásico de la literatura fantástica. Lo leí tan pronto lo tuve en mis manos y años después lo volví a leer y hace no mucho lo leí nuevamente. Aun así, me sigue gustando más la película, que he visto ya no sé cuántas veces. Creo que éste es uno de los pocos casos en que la película supera al libro, sin que eso signifique que este último es malo.
La historia, en ambos (existe una gran fidelidad de la película hacia el libro), empieza cuando dos cazadores que se han sumergido en un paradisíaco bosque discuten sobre la existencia de los unicornios. Uno de ellos asegura que allí, en el bosque, habita el último. Un unicornio hembra que los escucha, al verlos alejarse, se pregunta si realmente es ella la última de su especie. Pronto una alocada mariposa le habla sobre el rastro desaparecido de su pueblo y del Toro Rojo. Con nada más que dudas, la unicornio decide alejarse de su bosque para ir en busca de los suyos, o de sí misma.
En el camino se hace de dos compañeros que, a simple vista, no parecen ser los mejores: Schmendrick, un mago de talento distraído, y Molly, una mujer a la que le pesa haber dejado en el pasado su juventud porque no encontró en ella lo que buscaba.
La pista del Toro Rojo  los lleva hasta el país del temible y misterioso rey Haggard, un lugar con fama de desolado y al que muy pocos quieren ir. Pero es allí donde la unicornio va a encontrar lo que busca, y lo que no busca también.
No se puede decir que El último unicornio es una novela que propone algo nuevo, pero no hace falta. Es, a decir verdad, una historia bastante clásica, con príncipes que matan dragones, para no ir más lejos. La principal intención de Beagle, como bien se refleja en las páginas del libro, no era hacer una historia interesante (aunque la hizo), pero sí una historia de una búsqueda, de una búsqueda que requiere valor, valor que parece no existir porque cuando no hay esperanza de superar un obstáculo sólo impera el miedo.
Una de las cosas que hacen grande al género fantástico es que se presta para someter a los personajes a las más grandes pruebas, de las cuales sólo pueden salir bien librados si son capaces de actuar con valor, sacrificio, honestidad y lealtad a los amigos y a ellos mismos. Claro que no todas las novelas del género ofrecen tales pruebas de heroísmo, pero El último unicornio sí lo hace. 

Calificación: buena, regular, mala, infumable. 

lunes, 5 de marzo de 2012

La espada rota, de Poul Anderson

Se dice que desde que Tolkien publicó El Señor de los Anillos en adelante todos los que han escrito novelas fantásticas están influenciados, en mayor o menor medida, por él. Decir tal cosa es aventurarse demasiado aunque no podemos negar lo que significa Tolkien en el género al que hizo grande, pero en muchas obras,  algunas muy buenas, no se ve una pizca de su influencia. 
En 1954, el año en que salió a la luz La Comunidad del Anillo, un joven norteamericano llamado Poul Anderson publicó una novela titulada La espada rota, obra que no pudo haber recibido, por tal razón, influencia alguna de El Señor de los Anillos y que no por eso deja de ser buena. Pero, en honor a la justicia, en esta novela bastante bien escrita y de calidad notable sí puede encontrarse en algunas partes una ligerísima influencia de El hobbit, que ya para entonces llevaba varios años en las librerías.
La espada rota nos ofrece la historia de Skafloc, el ahijado de los elfos, un humano que por obra y gracia de la venganza termina siendo crucial en una milenaria guerra entre elfos y trolls y también objeto que los dioses utilizan para llevar a cabo sus extraños designios. La historia está situada en la época vikinga, en el siglo IX. Anderson, aunque norteamericano, era de ascendencia escandinava y usó la mitología nórdica, la cual conocía muy bien, para enriquecer su novela. 
El día que Skafloc nace no es bautizado de inmediato porque su padre, Orm, un vikingo afincado en Inglaterra que se había convertido al catolicismo sólo por conveniencia, no lleva buenas relaciones con el sacerdote local. Una bruja que odia profundamente a Orm porque mató a su familia, informa de tal hecho a Imric, conde de los elfos de Inglaterra, y éste, queriendo apoderarse de un niño humano por las ventajas que podría traerle, al saber que no está bautizado y que por lo tanto no goza de la protección divina, decide apoderarse de él.
Imric se lleva a Skafloc, pero no queriendo levantar las sospechas de su familia para que no reclamara justicia a su Dios, decide cambiarlo por otro niño idéntico a él. Para ello acude a Gora, su prisionera desde hace nueve siglos y que a su vez es la hija de Illrede, rey de los trolls. Imric y Gora engendran, con total ausencia de romanticismo, a un niño que nace al instante y que llevará el nombre de Valgard.
Skafloc, educado entre los elfos, se transforma en un joven virtuoso, de nobles sentimientos, diestro en el uso de la magia además de guerrero casi invencible. Valgard, su doble, también llega a ser un hombre muy fuerte, experto en matar, pero, al contrario de Skafloc, su maldad no conoce límites.
Cuando inicia la guerra entre elfos y trolls, Skafloc se distingue como uno de los mejores guerreros elfos, y Valgard, después destruir a su familia adoptiva, se presenta ante el rey de los trolls y éste lo reconoce como su nieto y lo integra en su ejército. Así es como aquéllos que son idénticos físicamente sin ser hermanos, se conocen, se odian y se enfrentan a muerte.
Valgard, pese a su maldad y al daño que causa a su paso, es el personaje que más interés despierta en la novela, porque constantemente está cuestionando sus aterradores actos. En algún lugar de su podrido corazón ama a su familia adoptiva y se arrepiente de haberle hecho tanto daño, por ello su mente siempre está en conflicto. Skafloc, por el contrario, pese a ser el protagonista, es el típico héroe bueno sin defectos y lleno de virtudes que ya aburre, aunque, aun así,  héroes como él siguen apareciendo en las nuevas novelas que se publican.
Es lamentable que al autor no se le haya ocurrido un final mejor, más bien elaborado, con más sentimientos encontrados. Tenía todo para darnos un buen final y no se inclinó por la mejor opción, para mi gusto.  Pero viendo lo bueno y lo malo de la novela no puedo menos que decir que vale la pena leerla, siempre y cuando al lector no le desagraden las novelas que retratan el sufrimiento y la crueldad tan propios de la guerra y de tiempos remotos. Los lectores de Crepúsculo probablemente echarían el libro por la ventana para acto seguido meterse debajo de su cama. 

Calificación: buena, regular, mala, infumable. 

martes, 28 de febrero de 2012

El éxito de Crepúsculo

Es fácil explicar a qué se debe el extraordinario éxito de Harry Potter, porque se trata de una historia interesante, con muchos y atractivos personajes que cautivan,  pero buscar una explicación para el éxito de Crepúsculo ya es más difícil, a menos que nos conformemos con la que dan algunos críticos que argumentan que los lectores jóvenes, la mayoría, se conforman con cualquier cosa.
Yo me negué por algún tiempo a leer la primera entrega, ya presentía lo que habría de encontrarme y no estaba como para perder mucho el tiempo. Pero me ganó la curiosidad por entender aunque fuera un poco a qué se debía su enorme popularidad. Y creo haberlo entendido incluso antes de terminar de leer el libro. Porque lejos de la propaganda que haya podido acompañar a la publicación, que ya no recuerdo qué tan grande fue, lo cierto es que el libro gustó y gustó mucho y sigue y seguirá gustando, pero… ¿por qué?
Las historias románticas se escriben desde hace bastante tiempo, y desde Drácula, incluso antes, también se escribe mucho sobre vampiros, tanto así que difícilmente alguien habría imaginado que una novela romántica de vampiros tendría tanto éxito, porque realmente no se trataba de nada original. Pero resultó que en ambos géneros era  ése el ingrediente que  faltaba: juntarlos. Un vampiro bueno, romántico y guapo, preocupado día y noche por su amada, le dio a una novela de dudosa calidad un éxito descomunal. 
Y si al tema del vampiro bueno le añadimos que tiene edad de bachiller y que su amor por la chica mortal es prohibido, entenderemos que es justo lo que les gustaría leer a muchos  jóvenes. Todo adolescente sueña con ser cuando menos un poco inmortal, un poco temido y un poco guapo, y toda adolescente sueña con un novio guapo que además la pueda proteger con facilidad y se preocupe por ella.  Crepúsculo les da a los jóvenes lo que desean leer, ¿para qué entonces tendría que ser una buena novela?
Alguien podría decir que cómo es posible que sea una obra de calidad dudosa si gusta tanto. La respuesta es bien sencilla: si algún merito tiene Crepúsculo es que despierta el interés, y para eso una novela no tiene que poseer calidad, con que tenga un vampiro bachiller y guapo es suficiente.
Ésa es mi conclusión, ¿alguien tiene otra? 

jueves, 23 de febrero de 2012

El maravilloso país de los snergs y la propaganda de rebote

En la entrada anterior hablé de la novela El maravilloso país de los snergs, escrita por el británico Edward Wyke-Smith y publicada por primera vez en 1927. La novela  probablemente no habría pasado de una única edición en su idioma original de no haber sido porque otro escritor británico, J. R. R. Tolkien, la leyó a sus hijos y decidió inspirarse en la raza de pequeños seres llamados snergs para crear a los hobbits.
Como consecuencia de lo anterior, la fama mundial que ha cosechado El hobbit siempre beneficia, de rebote, a El maravilloso país de los snergs. Quienes leen la novela de Tolkien, y se interesan por saber más de ella, sin duda no tardan en descubrir que fue inspirada por otra novela y les entran las ganas de leerla. Algo similar me pasó a mí.
Lo anterior no deja de ser interesante  ya que es bien sabido lo difícil que resulta para una editorial promocionar un libro. Algunas que no pueden promocionar demasiado los libros que editan sencillamente no venden o venden bien poco. Pero en el caso de la novela de Wyke-Smith la promoción es gratis y mucha,  y será aún más en cuanto se estrenen las películas de El hobbit, porque sin duda millones de lectores que ignoran la existencia del libro lo leerán entonces y quizás se interesarán por la otra novela que lo inspiró.  
Probablemente El maravilloso país de los snergs sea el único libro que no les cuesta promocionar a sus editores en los diferentes idiomas en que se vende, porque está históricamente ligado a un libro tan grande que le hace el favor de promocionarlo constantemente.
Quienes hayan leído ambos libros sabrán rápidamente que, pese a todo,  no se parecen en absoluto más allá de la similitud en la estatura de los snergs y de los hobbits. La novela de Tolkien es  una obra extraordinaria que sobrepasa al género infantil en el que fue creada, mientras que de la Wyke-Smith es sólo una novela para niños que no llega lejos. Compararlas es imposible.